religioso, se destruyeron las bases de la sociedad de castas. En las sociedades de
castas, como la antigua India, la casta sacerdotal, brahmán, controlaba y
monopolizaba las sagradas escrituras y estaba prohibido difundir su contenido entre
las castas o clases populares. Ese esquema, entonces general y universal, se rompió
en la Judea de Josías. Sin ese paso adelante, no habría existido después el judaísmo,
ni el cristianismo, ni el liberalismo, ni el marxismo... Todo empezó entonces.
El texto religioso transmitido por el sacerdocio quizá fuese sólo el libro del Levítico
y poco más. Pero desde entonces, el pueblo, su partido profético con sus escribas,
estudió, reinterpretó, reformuló y reelaboró la legislación religiosa con
disposiciones favorables a los intereses del pueblo: descanso del séptimo día, año
sabático, año jubilar... Hay indicios de que ese concepto del descanso del séptimo
día ya existía en las civilizaciones egipcia y babilónica. Pero fue en ese memorable
contexto cuando adquirió rango de mandato de Dios y quedó registrado en las
Sagradas Escrituras. No es casualidad que el conocimiento de nuestra cultura sobre
ella provenga de esa tradición bíblica. Bajo Josías, el descanso sabático de los
siervos y esclavos se convirtió en un sagrado mandato obligatorio. Y lo más
interesante, se concretó entonces la formulación del “Año de gracia del Señor”, un
proceso para acabar con el sistema feudal y establecer un orden social igualitario.
Se trata de lo que en el libro del Levítico denomina: “Año jubilar”. El Año Jubilar,
según la doctrina bíblica, debe tener lugar cada 49 años y en él deben ser liberados
los esclavos y los presos, deben ser canceladas las deudas y las tierras confiscadas o
hipotecadas deben ser devueltas a los dueños anteriores. Esta última medida
significaba, en la práctica, establecer una igualdad total entre las familias, pues
partía de la suposición que esa igualdad se había establecido cuando Josué repartió
la conquistada Tierra Prometida entre todos los israelitas. En realidad ese suceso no
es histórico. Josué es una figura mítica, inventada entonces por los profetas, y se le
dio precisamente el nombre de “Josué” por su parecido con el nombre del rey Josías
que venía a implantar la igualdad. Histórico o no, el reparto igualitario de Josué
sirve como símbolo de una inicial e ideal situación humana cuando aún no existía la
propiedad y todos los hombres eran iguales.
Incluida en el texto levítico, la doctrina del Año Jubilar quedó enmarcada en la
legislación bíblica atribuida a Moisés, otra figura mítica de la tradición judía. Su
existencia así como la mayor parte de lo que narran los libros atribuidos a él, el
Éxodo, etc. no son realmente históricos. El Pentateuco empezó a ser escrito, por
parte de Jeremías y sus escribas, precisamente durante el reinado de Josías del que
estamos tratando, y culminó después, durante el destierro de Babilonia, por parte de
los escribas de la escuela de Esdras. Pero incluso si la doctrina del Año Jubilar fue
incluida en la legislación judía, nunca fue aplicada ni durante el reinado de Josías ni
después. Quizás el Espíritu divino inspiró a los profetas con esa idea de
institucionalizar la revolución, pero no les inspiró la estrategia adecuada para
realizarla. Las revoluciones tienen éxito solo cuando suceden, no planificadas, sino
de formas inesperadas y en casos inesperados. Por supuesto, los señores feudales
del reino no vieron con simpatía aquel plan del Año Jubilar, y lograron evitar su
aplicación. Ellos constituían la oficialidad y la caballería del rey Josías y en una